Sanando las heridas...

Con el corazón desquebrajándose por dentro me arrastré por los suelos tratando de evitar que los pedazos cayeran al suelo.  Con una mano sujetaba mi corazón y con la otra me desplazaba lentamente mientras las lágrimas corrían por mis mejillas.  Dejé de sangrar,  pero mi corazón aún estaba muy débil para poder levantarme, aún quedaban las heridas profundas que traté de curar sin ayuda y borrar por completo del pensamiento.  Conseguí sentirme bien de nuevo, me sentía tan viva y tan fuerte que me dejé llevar por esa sensación de bienestar.  Corrí, corrí con todas mis fuerzas pensando que ese bienestar me restauraba, que tenía que ser verdad.  Confié en que  todo lo había superado y quedaba en el olvido.  Pero todo no era más que una fantasía, una fantasía que yo misma había disfrazado de realidad.  Recibí un golpe  muy fuerte que me tumbó por los suelos y de nuevo, las heridas que creía haber sanado, se abrían creando grandes torrentes de dolor que no dejaban de sangrar y fue sólo en ese entonces cuando acepté que era una dura carga,  que no había superado nada  y que tenía que aprender a sanar lentamente y tomar mi tiempo para restaurar las heridas, el corazón, el sentimiento.

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