La luz de la Esperanza

Retornaba a mi refugio, limpio, frío, silente; todo estaba en calma, se divisaban a lo lejos los destellos de las luces provenientes de los focos del exterior, caminé hacia adentro, cerré la puerta, dejé caer un suspiro mientras depositaba mis cosas sobre la cama, estaba oscuro, lentamente dejé caer cada una de mis prendas mientras intentaba que mis ojos no sucumbieran ante el momento; al cabo de unos minutos me dije, tranquila, todo estará bien, tú puedes superarlo.  Y a pesar de creer fehacientemente en aquella frase, mis ojos colapsaron ante la presión y se dejaron vencer por el llanto, las lágrimas brotaban sin que pudiera detenerlas, un torrente agridulce mojaba mi rostro  enrojecido; en algún momento el sentimiento se detuvo lentamente hasta que quedé exhausta, turbada y aliviada, el desahogo me había colmado de una paz inexplicable y una sonrisa me tranquilizaba.  Estaba sentada sobre la cama y fue entonces cuando percibí una luz que a lo lejos se iba acercando y se movía de un lado a otro, era una luz casi imperceptible, me puse de pie y esa luz diminuta se acercaba y descubría la maravilla de la naturaleza, era una luciérnaga que iluminaba buscando la salida, abrí la puerta del cuarto, y seguí la luz de la luciérnaga que aún revoloteaba cerca como si quisiera despedirse agradecida, me alejé unos centímetros y fue entonces cuando se lanzó a la llanura siguiendo el enorme destello de la luna plateada.

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