El disfraz perfecto...

Mi disfraz era perfecto, infranqueable, indolente, podía ser el observador omnisciente de una historia sin un final.  Había acudido a ésta barrera al conocer la crueldad y rudeza de mis semejantes, que acosaban injustamente a todo aquel que estuviera desprotegido; llegué al lugar, casi como si tuviera una capa invisible que me protegiera del momento, pude ver los rostros de dolor y las injusticias cometidas, yo estaba protegida, pero al estar invulnerable a sus ataques, sentí el peso de la participación, no sufría, pero tampoco hacía nada para evitarlo, en silencio me hacía partícipe de la injusticia.  Me negué a ser parte de ese juego, retiré el disfraz, me lancé a la lucha y vencí.  Los enemigos se retiraron y nadie imaginaba que con una sola voz, con un solo rechazo era suficiente para que nos temieran, no volverían a hacernos daño, no volverían a pensar siquiera en que podían sobrepasar nuestras barreras.  No volvería a necesitar el disfraz perfecto.

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