DESAFIANDO A LA MUERTE..
Era de noche, corría hacia la montaña vestida de negro, un vestido de sifón dejaba entrever parte de mi piel, corría por los matorrales los cuales desgarraban el vestido y esto en realidad no era importante. Encontré la tierra suelta, justo a la que me aferré con los instrumentos que poseía, mis manos. Con ellas me abrí camino, rascaba la tierra una y otra vez con desesperación; mi cabello, el cual tenía sujeto apenas por unos garabatos empezaba a soltarse, deslizándose a los lados de mi rostro, mientras yo sudaba y me esforzaba por quitar la tierra en contra el tiempo que apremiaba, mis brazos cansados de seguir intensamente buscando disminuían su intensidad, sin embargo no se detenían ante la fuerza de voluntad, los dedos de mis manos tenían llagas abiertas que empezaban a sangrar adoloridas por el esfuerzo y el ímpetu con que realizaba aquella hazaña; era muy fuerte y me motivaba a seguir adelante, no descartaba la posibilidad de que el tiempo estuviera de mi parte, no desistía, seguía en el camino correcto. Mis dedos agrietados, los brazos y cuerpo cansados hacían mi trabajo más lento hasta que instintivamente me detuve, inicié la búsqueda con más delicadeza hasta encontrar su rostro, luego sus cabellos y finalmente descubrí su cuerpo.
Parecía dormido, parecía como si sólo un sueño profundo mantenía sus ojos cerrados, deslicé mis manos por su rostro, quité la tierra, descubrí su pecho y con una fuerza impresionantemente descomunal lo saqué del fondo, mis cabellos se soltaron, una fuerza inexplicable me ayudó a llevarlo entre mis brazos a su morada final, con el rostro bañando en llanto lo coloqué sobre una piedra fría de mármol que ilustraba el Olimpo, me puse de pie, mis cabellos sueltos y las lágrimas que derramaba apenas y me dejaban levantar el rostro, miré a los cielos desafiante, entregaría hasta la última gota de mi esfuerzo por recuperar aquella figura, sequé mis lágrimas, bajé la mirada, una rosa roja llena de espinas apareció entre mis manos y la apreté con todas mis fuerzas. Mis dedos destilaban la sangre que brotaba sobre su cuerpo y palidecí; caí sobre él desfallecida, con la sangre que corría de mis dedos calentaba su cuerpo que en ese momento se dirigía hacia las tinieblas.
El calor de la sangre hirviente detuvo el cuerpo inerte y frío, justo en el momento en que tocaba las puertas del inframundo y como un ave volando hacia los cielos retrocedió para alcanzar la luz destellante que lo cegó por unos instantes, abrió los ojos, su rostro alcanzó el color de la vida, alcanzó a mover los labios en una sonrisa, sus ojos de enormes pestañas y cálido brillo se abrieron, empezó a moverse e intentar ponerse de pie, sus cabellos aún tenían residuos de tierra rojiza por la sangre de las manos destrozadas en el intento de salvarle. Sentándose observó el cuerpo desfallecido de la mujer que con una mirada desafió a las alturas.
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