Esa presencia...
En las afueras de la ciudad, en los campos floreados, en los caminos de terracería; un caminante con fuertes brazos, con gran corazón, con fuerza avasalladora, se desliza entre los altos y frondosos bosques, cubriéndose con un manto y mostrando su bondad a los desamparados, el respeto que muestra hacia la naturaleza, el amor que muestra hacia sus semejantes es recompensado por el aprecio de los aldeanos, esa fuerza que imprime confianza y aceptación, ese aire que desnuda la confianza y la entrega, ese hombre se manifiesta por sus actos y por su corazón, siempre al descubierto, siempre puro y desorbitante, siempre atento y dispuesto, siempre impactante y lleno de vida, cultivando y abriendo el camino al descubrimiento, siempre haciendo surcos brillantes de luz y de estrellas moviéndose magnánimamente. Esa mirada perdida, esa mirada febril y esa chispa que impacta al que consigue atrapar, vuelcan el destino en una estrella fugaz con rumbo desconocido.
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