DE MADRUGADA...
La madrugada trajo consigo el término de la lluvia, la claridad se hacía efectiva y la neblina abarcaba gran parte del terreno verde y limpio del campo; bajo aquella penumbra de frío y en las sombras de la misma niebla yo temblaba de frío, me sujetaste de la mano y me llevaste para intensificar una búsqueda incansable de calor humano, admirábamos el frío, el cielo y el músico ensimismado y aferrado al movimiento de la música a través de la tecnología, no pude escapar y me dejé llevar dejando atrás todos los tabúes que había cargado conmigo gran parte de la noche; dejé que me arrastraras con esa figura de oso pardo al acecho y con esa soberbia en tu mirada, permití entonces que transformaras en el día lo que sólo en la noche podías descubrir, me deleité con la
magnificencia de tus besos y descubrí el gruñido interior de mi ser, deseaba todo, deseaba poseerte, deseaba que me poseyeras, estaba dispuesta a entregarme por completo, deseaba tanto que en ese momento en que me vi desnuda del alma, la mente, más no del cuerpo; se desvanecieran las paredes del lugar, que estuviéramos solos en el campo para explorarnos, para recorrer cada parte de ti y de las misma forma recorrieras cada parte de mí, saciando mi sed de ti, mi sed ambiciosa y que descubrieras la energía tan fuerte que emanaba de mi ser, que conocieras más que mi cuerpo, mi mente y mi corazón, que conocieras de dónde provenía mi fuerza. Quería descubrirte, que gozaras al máximo el encuentro y que te saciaras, que quedaras exhausto en mis brazos para luego poder pedir más…
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