El dragón rojo sucumbía ante la fuerza bestial de las Nereidas heladas, que te abrazaron, te congelaron y absorbieron parte de tu poder, pero no desesperes Dragón alado, la fuerza que emanas está siempre latente, fuerte ante los destellos fugaces, imperante ante los azules del cielo, ante la fuerza de la enfermedad, no desesperes que el calor que emana de tu fuerza y la extraordinaria y poderosa luz que destella tu fuego interno no dejará que siga por mucho tiempo, dale su tiempo para que crea la batalla ganada y con tu fuego ruge y calienta todo hasta ahogarla en llamas.
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