Acechando la pasión...

Con la sutileza que caracteriza a mi signo, me adentré en los caminos profundos de la maleza, despacio, muy despacio me desplazaba sin ser vista, sin ser escuchada, sólo una rama que hubiese movido me habría delatado  por completo, pero corrí con la suerte de que nada había dejado al azar, sabía que esa perfección en mis movimientos provocaban una incógnita en el exterior, un presentimiento más no una acción y debido a ello no sería descubierta, mis ojos fijaban la mirada a cualquier movimiento alrededor mío, las hojas de árboles estaban húmedas, lo que hacían más fácil que nadie se percatase de mi presencia, estaba tan cerca de mi destino, un ronroneo quisquilloso me esperaba y al llegar me lancé de un salto sobre su cuerpo, la mirada de mis ojos paralizó sus movimientos y pude transmitirle lo que buscaba, nos enredamos al unísono por el deseo, por esa pasión fulgurante que emanábamos; el fuego ardiente de la pasión desplegaba diversos caminos de éxtasis, los gemidos eran inminentes, podía sentir que estallaba por dentro, pero quería más, quería agotar sus fuerzas y saciar una y otra vez mi deseo.  Llegaba al clímax del momento y recuperándome de inmediato, acechaba a mi presa en espera de que su descanso no se extendiera demasiado, era como si estuviera en un rin donde el réferi espera a que el contrincante se levante de nuevo para dejar de contar y dar por terminada la contienda.  Finalmente agoté todas las posibilidades de satisfacción y tras agotar sus fuerzas, me escabullí, deslizándome ágilmente por los matorrales perdiéndome en la noche bajo la luna como mi testigo.

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