La luna...
Inició sin haber existido siquiera, en un
solsticio de invierno, en una existencia efímera y aparente; se escondía a
través de las laderas, se escondía a través de las montañas, se encantaba
observando todo a su alrededor, en un principio le pareció como un juego, le
pareció divertido, más todo juego llega a su fin y con él, su diversión también
se acabó. Tuvo muchos sueños y
anhelos en el pasado, pero todas las
posibilidades se iban quebrando una a una y sus ilusiones se iban desvaneciendo
por completo.
Llegó entonces ese día, un cuarto menguante en
que sus ilusiones, o las pocas que aún conservaba en el recuerdo despertaron al
ver a una criatura bebiendo del agua de un riachuelo. Aquella creatura inspiró
miles de palabras inteligibles e inexplicables a la vez. Con un sentido muy
propio, todos esos momentos ya dejados en el baúl de lo olvidado, se tornaron al
rojo vivo y formaron un sentimiento extraño y sin una explicación aparente.
Formaron parte importante de aquella creatura salvaje y nunca antes vista, fue entonces poetisa de los versos, fue la sed de los viajeros, fue la
seguridad de los astrólogos, fue presa de sus reproches y la soledad juguetona,
en la luna nueva…
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