El Tun y El Tiempo…


El agotamiento se despertó y de la mano decidió llevarme hasta los sonido de la lira y el tun, fue entonces cuando mi cuerpo fue desconocido, fue aquí donde bailé con movimientos desconocidos, con saltos y piruetas, con el cuerpo trastrabillando al compás del tambor, al compás del murmullo de los grillos, en medio de la luz tenue de las velas, con el humo del incienso y estirando los brazos para alcanzar el cielo; determinada y enfrentándome a la emancipación del momento salté entre la hierba, me desplacé como felino entre la maleza, los ojos brillaban, la mirada perdida transformaba un rugir felino que salió de mi voz, una piel extraña que empezaba a mancharse mientras las ropas caían como si quisieran cambiar de piel, mi agilidad entonces se centraba en el tun, mi corazón se hacía veloz y mi cuerpo adquiría una flexibilidad incontrolable, el furor del movimiento se intensificaba con destellos alados, el sonido de mis saltos ya no era escuchado, las llamas cubrían el momento, el fragor de la melodía se unificaba con fervor, el humo del incienso y del fuego se fundían en colores destellantes que divisaban un baile conocido, las velas encendidas aumentaban en gran número y se unían al baile, los trajes tradicionales acompañaban determinantes bailando alrededor del círculo, el tiempo era único, el tiempo no acababa, el tiempo seguiría hasta llegar a los altares, el cuerpo caminaría incansable hasta el final, el cuerpo no diría adiós a la mañana, no se despediría de la tarde, no se resguardaría por la noche; saludaría a la madrugada hasta que el tiempo se agote…

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