Juego de dormitorio...
Bajo mis sábanas despertaron mis sueños, despertaron mis angustias, despertaron mis deseos, dentro de ellas pasé de ser niña a mujer; de seguir mis instintos a evidenciar la realidad de las palabras más profundas que las emociones vociferan sin descanso, a calcular los segundos en que el éxtasis podía ayudarme o no a conciliar el sueño y en los que el recuerdo podía mantenerme despierta por muchas horas, acomodé las almohadas y ellas fueron testigos de mi tristeza, fueron testigos de la lluvia salada que muchas veces dejé caer en ellas sin previo aviso, fueron testigos de mis noches de desvelo con el pensamiento en el aire, de mis vueltas desesperadas y de mi sueño intranquilo. Por otro lado, mi colchón sufrió la ira de mi desdicha y el movimiento brusco de mi cuerpo, los saltos de mi sobrina y los constantes juegos con mi hermano, nuestras luchitas que debieron quedar en la niñez y aún mantienen vivo al niño que llevamos dentro; fueron testigos los colchones del calor del cuerpo, de los movimientos telúricos del suelo y de los golpes por la araña que no podía encontrar y que se escabullía en los bordes de su estructura uniforme. En algún momento me dio la sensación de que tenía una fractura y acomodaba mi cuerpo esquivando los resortes que salían cerca de mi espalda, acomodaba mi cuerpo y repentinamente en uno de esos cambios de posición, pude advertir una prominencia justo en un lugar que indicaría que yo soy su dueña, que ese es mi colchón y que no importa cuánto intente persuadirlo de enderezarse, los años transcurren y por alguna razón la marca es irrevocable. El somier sin embargo, soportó el colchón que sin quejas dejó que la cubrecama, las sábanas y mi cuerpo ocuparan un lugar único en su espacio, que la almohada fuera apoyada en un lugar estratégico y que las colchas formaran el espacio perfecto para el descanso, el espacio que en un principio parecía ser destinado a unas cuantas horas de sueño tranquilo, finalmente ocuparía horas de conversación, horas de desdicha, horas de juego y emoción; significaría que estaría presente en nuestras mentes, en nuestros corazones y en toda historia, cuento, poética e inspiración.
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