ANSIEDAD...
La noche y los destellos de la luz en los cielos titiritaban, los puntos de encuentro con la inmensidad eran tan inciertos, que cualquier instante y cualquier lugar eran propicios para un encuentro caudaloso y abrasador, los besos se enfrascaban en alimentar la noche con su magia efímera pero enloquecedora, los rostros y las miradas habrían sucumbido ante la luz de las estrellas y ante el aullido de los lobos que en competencia corrían con sigilo agitados, incitando al movimiento y al recelo de la ansiedad, esa angustia que destilan los seres vivos, esa tórrida agitación cautivadora que recorre los cuerpos desde la punta de los pies hasta el folículo piloso más frágil de los cabellos; sólo así las respiraciones serían agudas, casi como si se agotara la vida, como si las últimas respiraciones y jadeos se consumieran por la pasión, como si el último aullido fuera de una vida perdida y no del éxtasis desenfrenado de la pasión al extremo.
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