Enajenación...
Los murmullos se escuchaban a lo lejos, iniciaban un sonido peculiar que desprendía sigiloso el sonido de unas voces quebrantadas por el anochecer, las palabras eran imperceptibles y apenas se sabía que eran dos seres humanos quienes entre copas y risas hablaban mientras observaban atentos al fondo del lugar donde un joven se tambaleaba frente a un espejo, no se distinguía el motivo de sus risas, pero podía observarse que el muchacho tendría alrededor de unos dieciocho años; su figura escuálida y su brazo marcado con diminutos puntos, se encargaba de descubrir a un adicto a un paso no muy lejano de la muerte, el joven vestía una camiseta y un pantalón a media cadera, sus huesos se interponían entre el cincho y no parecía a gusto con su estado, se movía robóticamente sin alcanzar a coincidir con la música de fondo en la que estaba inspirado. No muy lejos del muchacho, un hombre corpulento de unos cuarenta años aproximadamente, y un amigo que lo acompañaba fumaban observándolo de cerca… el corpulento se levantaba desesperado y el segundo agitaba su cabeza en forma de negativa mientras miraba su reloj.
El hombre corpulento se pone de pie y detiene al muchacho y lo sujeta del cuello, lo conduce a una habitación, el segundo lo sigue… ambos se ajustan los pantalones y entran con el chico al cuarto. Pasan algunos minutos y uno de los dos hombres sale de la habitación, tira el cigarro al suelo y lo pisa mientras se pone unos lentes oscuros… el otro sale ya con anteojos oscuros y le entrega una cámara de video la cual guardan en su respectivo estuche, detrás de ellos el muchacho caminaba con dificultad y estaba vestido de una forma diferente, más cubierto con una camisa de manga larga, el pantalón ajustado a la cintura un gorro y unos lentes oscuros, él joven sale primero y los otros dos detrás de él… un vehículo los espera, primero entra el hombre corpulento, después el muchacho y por último el amigo, en el momento en que se cierra la puerta del automóvil polarizado se escucha una voz dominante… -sujétalo fuerte… la voz del muchacho -¡no por favor, no quiero no lo hagas!… ¡déjame!… el amigo -ya se te va a pasar, tranquilo, dentro de un rato no sentirás nada… el carro empieza a moverse y a una cuadra de distancia se abre un poco la ventana, uno de los hombres saca la mano tira el cigarrillo y una jeringa, mientras su sonrisa se disipa a través del la ventana que se cierra, el vehículo acelera y se pierde en las calles solitarias de la ciudad en la madrugada.
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