Sabor a maldad...

Empezaba a atardecer, ya mi cuerpo estaba inquieto de un lado a otro como león enjaulado, ni squiera habían iniciado los cohetillos y los fuegos artificiales, pero ya mi cuerpo estaba que ardía, mis pensamientos divagaban mientras ese ser malvado que habitaba en mi interior salía a hacer de las suyas, a distraerse ante las luces de la calle, ante los vientos huracanados de la maldad, sonreía con picardía y sabía exactamente a dónde me dirigía, caminaba sigilosa, desafiando a la oscuridad que empezaba a caer con su cortina avasalladora, a penas cayó la noche y mis ojos brillaban enrojecidos por el fuego, podía destacar entre las otras figuras que se alejaban de mí con temor y se escondían en los refugios de sus casas, ¿yo? yo no, yo revoloteaba entre la gente, entre las calles, entre un dulce aroma de alcohol suave, fresco; mi boca estaba sedienta y corrí con la suerte de alcanzar una puerta que se abría ante mi presencia, ingresé, el lugar perfecto, lúgubre, cálido y acogedor, con el humo de la penumbra y con el bullicio intercalándose con el silencio, las voces eran conocidas y no pude dejar de sentirme en mi ambiente, en mi espacio sombrío de maldad.  Una figura a lo lejos, hacía alarde de su astucia y de su baile, caminé para observar sus movimientos que en lugar de inquietarme me parecieron indiferentes, dejé que siguiera su camino y me acogí en un rincón, no había nadie alrededor, allí me sentí tranquila, me sentí acompañada, pero la calidez del lugar me llenó.  Alguien se acercó y me sirvió una bebida, a penas y lo vi... bebí, una y otra vez, tenía demasiada sed, necesitaba más, así que me puse de pie y fui en busca de más... Me sirvieron y me disponía a retornar a mi pequeño rincón cuando una presencia me tomó por la cintura y me deslizó a un espacio que no había visto, se me hacía agua la boca e iba a beber cuando puso sus labios sobre los míos y los minutos se hicieron horas, el humo cubría el lugar y al abrir los ojos, mi boca sentía el sabor de la sangre, mis ojos estaban más vivaces que nunca y culminando mi bebida, salí del lugar, caminé por las calles que me protegían con el humo del ambiente, una sombra era mi vigía de la noche...

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