Gotas de lluvia...
El cielo se obscureció, el calor se intensificó, las gotas empezaron a
reunirse asustadizas y tímidas cual si tuvieran prohibido manifestarse por
completo ante el clima acalorado de la tarde.
Las otras gotas que ya tenían
experiencia en la aventura de abrir el ritual, venían detrás pisándoles los
talones y sin esperar a las indecisas, las empujaron para que no tardaran en
saltar al vacio, todas se reunieron y juntas mojaron las calles, mojaron los
árboles, las casas, los vehículos estacionados, la paredes de concreto, los
techos de láminas, las palmeras cercanas a la playa; las gotas de lluvia
mojaban todo a su paso, sin dejar huella, sin mesura y con toda la fuerza que
podían emanar. Decidí entonces salir a
caminar y recibir toda aquella lluvia que mojaba el suelo, esa lluvia que recorría
pueblos, ciudades y campos etéreos, esa lluvia que conseguía con su fuerza
mojar mis ojos, mis labios y mis cabellos, esa lluvia atrevida que rozaba sutil
los alrededores y acariciaba con su intención a todo ser vivo que se
interpusiera en su camino, no habían preferencias, no habían restricciones para
sus logros, sólo cayó confabulada con el viento y cumplió su cometido, extravió
sus gotas por los lugares más tiernos, más oscuros y más antiguos del momento,
acallando así cualquier deseo oculto, cualquier fantasía intensa no satisfecha,
cualquier deseo de humedad…
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