Las Águilas...
Entraba tímida al lugar habitado por el polvo y la desolación, me desplazaba y bajaba la velocidad descendiendo poco a poco hasta llegar al suelo, admiraba los grandes peñascos y la profundidad del lugar, buscaba agua, el sonido ligero y el eco del viento en el acantilado sonaban como un silbido perdido y finalizaba la sonata a la luz del sol mientras caía el atardecer; mis ojos desvariaban y no fijaban la vista a ningún punto específico, hasta que apareció esa mirada atenta y observadora, su mirada me seguía, volvía a su quehacer y parecía tratar de adivinar quién era yo? Y qué era lo que buscaba?.
Otra criatura similar, pero un poco más huraña, se acercó y me guió hacia otros lugares, me mostraba el paisaje y luego me dejaba en el atardecer con muchas cosas que juntar y poco tiempo para hacerlo, yo aún no había resuelto la incógnita de la aparición de aquella ave, que sigilosa guardaba el momento preciso y observaba atentamente; sus ojos se gravaban en mi cerebro y era difícil no tomar un respiro para verlos de nuevo, la curiosidad de ambos era inminente y no me quedó remedio que revolotear un poco, la aspereza del lugar me obligaba a tomar vuelo de nuevo y me siguió, sutil, suave, hacía círculos sobre sí mismo, pero sin hacer alarde de su habilidad, más bien parecía como si vigilaba protector, yo continuaba disimulada, como si no supiera que tenía un guardián a mi lado, era obvio que una fuerza más poderosa que nosotros era la que nos mantenía al aire y era mejor no averiguarlo todavía.
Decidí subir el acantilado para ponerme a salvo bajo la sombra de un árbol y fue cuando sus ojos se posaron en mí, me sentí acorralada pero halagada, esperó el último momento para pasar sus alas suavemente por el pico de mi rostro y luego clavó su mirada intensa mientras ambos revoloteamos hacia las copas de los árboles, desde allí visualizamos un riachuelo y deslizándonos suavemente en forma de círculos volamos hacia el… saciamos nuestra sed, nos refrescamos… nos conocimos.
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