31 DE OCTUBRE


En la madrugada, aún se veían las luces de colores y las risitas nerviosas que pedían de casa en casa el tan afamado botín. Dulces, dinero o travesura se escuchaba a viva voz, mientras los vecinos cerraban sus puertas pensando que no se cumpliría tan poco acostumbrada barrabasada, en medio del bullicio y de un dulce recuerdo de algunos vecinos condescendientes, que sacaban emocionados los dulces para ver la creatividad de los pequeños que solicitaban una sonrisa y un hermoso recuerdo para el año entrante, sucedió lo inesperado, el hombre más avaro de la vecindad, salió de su casa y con una sonrisa perversa entregó a cada niño un obsequio envuelto de una forma extraña, pero como era un hombre al que pocas veces se le veía dar algo los niños dieron las gracias y se retiraron.
Sería el fragor del momento o un lapsus de incertidumbre la que provocó que los niños se reunieran para abrir tan extraño obsequio, al hacerlo su sorpresa fue enorme.  Un pequeño medallón de plata con una estrella en cada uno de los obsequios, y una nota que decía así…
Han pasado los años y nunca pude ser un niño, es una noche hermosa, y han sido los únicos que no han tocado mi puerta con gritos y reclamos.  Empiezo a creer que esta será una hermosa temporada para empezar de nuevo. Los niños sonrieron y a la mañana siguiente tocaron de nuevo a la puerta, pero esta vez para agradecer los obsequios y para entregar unos panecillos.  La puerta se abrió, el hombre salió y al ver a los pequeños entendió que un gesto de benevolencia le devolvió la sonrisa que ya tantos años había olvidado.

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