La partida...

Se desplazaba con dificultad, su cuerpo no respondía a los movimientos que intentaba realizar, atrofiado por los golpes y maltratos que durante años lo llevaron al inframundo de la desolación, caminó con lentitud y el dolor de tal acto se reflejaba en su rostro con gesticulaciones fácilmente perceptibles.  Inmediatamente, ella se acercó para ayudarlo, notó con facilidad que en cualquier momento caería al suelo y sintió que si eso llegaba a suceder, como un vaso de cristal se rompería en mil pedazos.  Llegaron a su destino, lo sujetó del brazo, sostuvo su cabeza y lo ayudó a recostarse en la cama, él no emitió sonido alguno, se acomodó y en ese momento se quebrantó.  Se sintió descubierto, volteó el rostro para ocultar una lágrima que se escapó de sus ojos y rodó por sus mejillas.

Ella inclinó la cabeza y poniéndose de pie salió de la habitación.  Comprendió el dolor físico y psicológico de su amigo y quiso dejarlo un momento a solas con sus propios pensamientos reflexivos.
Más tarde, se acercó con dos tazas de chocolate, las cuales colocó sobre la mesa de noche, a un lado de la cama donde él esperaba. El aroma llegó al olfato y viéndola a los ojos dijo:

-          Ven, es necesario que hablemos…
-          Dime dijo ella… aunque no es necesario que digas nada, no traje esto para que me lo agradezcas, ni estoy aquí esperando nada de tu parte.  Es una hermosa noche y pensé que no vendría mal compartir una taza de chocolate, mañana temprano me voy, sé que tienes mucho que trabajo que realizar y no el bebé llorará y no quiero interrumpirte.
-          Sí, dijo él… tengo trabajo, pero no tengo deseos de nada, tomemos el chocolate.

Mientras tomaban el chocolate inició una película que los hizo reír, intercambiar miradas alegres, perversas y hasta cómicas, pidieron comida rápida y discutieron temas de su niñez.  Finalmente un bostezo acomodó la conversación.  Ella levantó las tazas y apagó las luces, solamente la televisión seguía encendida.  La distracción de la pantalla borró por completo la noción del tiempo.  Ella se acomodó en el sofá, sabía que sería más fácil así, cerró los ojos y sin saberlo él la esperó hasta cerrar los suyos.  Las palabras se enmudecieron y así terminó la madrugada.

Muy temprano por la mañana, ella se acercó a la cama donde él dormía, besó su frente se acomodó al bebé que llevaba en brazos dormido y salió del apartamento.

El despertó súbitamente y escuchó un vehículo arrancar y partir.  Bajó la mirada… sus ojos se apagaron.

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